29.10.10

"Los de después sí entendimos"

"Cuenta la historia que, en un pueblo, se afanaban hombres y mujeres en trabajar para vivirse. Todos los días salían hombres y mujeres a sus respectivos trabajos: ellos a la milpa y al frijolar; ellas a la leña y al acarreo del agua. En veces había trabajos que los congregaban por igual. Por ejemplo, hombres y mujeres se juntaban para el corte del café, cuando era llegado su tiempo. Así pasaba. Pero había un hombre que eso no hacía. Sí trabajaba pues, pero no haciendo milpa ni frijolar, ni se acercaba a los cafetales cuando el grano enrojecía en las ramas. No, este hombre trabajaba sembrando árboles en la montaña. Los árboles que este hombre plantaba no eran de rápido crecimiento, todos tardarían décadas enteras en crecer y hacerse de todas sus ramas y hojas. Los demás hombres mucho lo reían y criticaban a este hombre.
-“Para qué trabajas en cosas que no vas a ver nunca terminadas. Mejor trabaja la milpa, que a los meses ya te da los frutos, y no en sembrar árboles que serán grandes cuando tú ya hayas muerto”.
-“Sos tonto o loco, porque trabajas inútilmente”.
El hombre se defendía y decía:
-“Sí, es cierto, yo no voy a ver estos árboles ya grandes, llenos de ramas, hojas y pájaros, ni verán mis ojos a los niños jugando bajo su sombra. Pero si todos trabajamos sólo para el presente y para apenas la mañana siguiente ¿Quién sembrará los árboles que nuestros descendientes habrán de necesitar para tener cobijo, consuelo y alegría?"
Nadie lo entendía. Siguió el hombre loco o tonto sembrando árboles que no vería, y siguieron hombres y mujeres cuerdos sembrando y trabajando para su presente. Pasó el tiempo y todos ellos murieron, les siguieron sus hijos en el trabajo, y a éstos les siguieron los hijos de sus hijos. Una mañana, un grupo de niños y niñas salió a pasear y encontraron un lugar lleno de grandes árboles, mil pájaros los poblaban y sus grandes copas daban alivio en el calor y protección en la lluvia. Sí, toda una ladera encontraron llena de árboles. Regresaron los niños y niñas a su pueblo y contaron de este lugar maravilloso. Se juntaron los hombres y mujeres y muy asombrados se quedaron del lugar.
-“¿Quién sembró esto?", se preguntaban. Nadie sabía. Fueron a hablar con sus mayores y tampoco sabían. Sólo un viejo, el más viejo de la comunidad, les supo dar razón y les contó la historia del hombre loco y tonto. Los hombres y mujeres se reunieron en asamblea y discutieron. Vieron y entendieron al hombre que sus antepasados trataron y mucho admiraron a ese hombre y lo quisieron. Sabedores de que la memoria puede viajar muy lejos y llegar donde nadie piensa o imagina, fueron los hombres y mujeres de ese hoy al lugar de los árboles grandes. Rodearon uno que en el centro se estaba y, con letras de colores, le hicieron un letrero. Hicieron fiesta después, y ya estaba avanzada la madrugada cuando los últimos bailadores se fueron a dormir. Quedó el bosque grande solo y en silencio. Llovió y dejó de llover. Salió la Luna y la Vía Láctea acomodó de nuevo su retorcido cuerpo. De pronto, un rayo de luna acabó por colarse por entre las grandes ramas y hojas del árbol del centro y, con su luz bajita, pudo leer el letrero de colores ahí dejado. Así decía:
“A los primeros: Los de después sí entendimos. Salud”

Subcomandante Marcos

“La esquina” ¿Un no lugar?

El siguiente escrito es fruto de la reflexión de un docente del bachillerato.


El marginal:


Hay cuerpos que están fuera de cuadro, al margen, los pibes de la esquina también.

Qué es acaso una esquina, sino esa intersección de líneas que no definen un espacio sino por su perímetro, esta ahí en la esquina, puede ser cualquiera, la del barrio, la del sistema de producción, la cultural, la del tiempo. Un espacio definido desde el margen, desde esa línea que media entre estar o no (entre si es penal o es tiro libre), Es como la frontera a donde se refugiaba el gaucho, pero en la actualidad en el medio de la ciudad, parece que nuestra historia esta atravesada de líneas divisorias.

Pero la esquina también es un buen lugar para vigilar o para escapar, en esa conjunción donde se encuentra la junta, se puede ver las líneas de fuga frente al agresor o estar al acecho, es un lugar de observación, ¿Es de acción? es un lugar de consumo, pero también de chamullo, de fuego, es en si misma una fuga de otros espacios, casa, trabajo, cárcel.

Tiene perfume de libertad aunque devaluada, porque esas esquina también son cárceles están demasiado cerca de la ciudad, y desde ya son presos políticos, están expuestos al (ab)uso policial, a las miradas, a la giladita, a la lluvia. Sin embargo es una frontera y por eso puede ser un lugar de fuga, puede ser también un borde, una rendija, la esquina esta siempre resistiendo, entre uno y otro, inclusive a nuestra convicciones, códigos y criterios.

La Esquina parece tener un solo criterio, que es a la vez su ausencia “cuídate a vos mismo”, digno de un griego, hay que ser corajudo para bancar la esquina (o estar muy pasado), El que vive dentro de la contención de líneas rectas, criterios y orden no podría soportar ese lugar.

El problema desde mi visión reside en que si no hay criterios, no hay construcción política ¿por lo tanto, desde que suelo construir con estos pibes? ¿Cuales son los criterios? ¿Es un lugar piola de resistencia del barrio? ¿o es el barrio el que resiste la esquina?

Estas son las preguntas que yo me hago. Dónde queremos llegar con ese joven particular y ese otro, que si los llamamos pibes de la esquina es porque los vemos ahí reunidos, pero salvo el espacio que ocupan, se conoce poco o nada.